La depre colectiva a la que nos vienen obligando la sequía y sus consecuencias en el agro, fundamentalmente en la lechería -que a su vez lidia con el problema del precio que no para de caer- parece tener un respiro por este fin de semana. Medio cansado de escuchar un día sí y otro también a gente llorando sus penas en diarios, radios y tele, o a representantes de esa gente llorándolas como si fuesen suyas, no es que relinche de alegría al llegar este respiro, pero sí me tranquiliza saber que el desánimo y el bajón que contaminan el aire se disipan; vaya uno a saber por cuánto.
No me molesta que gente que vive con lo puesto y con lo que trabaja a diario, resignando hasta poder ver su hijo bailar el pericón en la escuela porque se le hizo la hora del ordeñe, esté contando sus penas y reclamando que lo apoyen. Tampoco que sus representantes gremiales lo hagan, pues al fin de cuentas para eso están.
Sí me quema, y mucho, que ese contexto me obligue a estar apenado de quienes no socializaron sus ganancias este mismo año, cuando el precio y remisión eran históricos pero por lo formidable, y ahora en sus 4x4 (empadronada en Flores seguramente), a un año de sus viajes a Europa o sus vacaciones en el este, reclaman socializar sus pérdidas y me piden a mí, que ando en bici o a pata, que los vea como que la están pasando peor que yo, y como tipos fundamentales para la vida del país, porque por sus ordeñes y sus praderas pasa la cadena que mueve la transmisión de la economía del país, o de buena parte de ella, según dicen.
No pocos productores lecheros, pequeños o medianos en su defecto, han tenido que cortar sauces para dárselos a las vacas como si de pasto se tratara. Han mandado animales a matadero a precios irrisorios; han dejado de ordeñarlos porque sólo sirve, en una de esas, conservarlos por si la cosa se revierte. Allí la situación es bastante diferente a la que pasa el que pide y pide, usando a estos otros como chivo expiatorio para poder especular como de costumbre con un crédito blando que de repente ni paga (preguntad por qué cuando fue histórico el momento del agro, la morosidad de la contribución inmobiliaria rural aumentó; preguntad si pagan cuando pueden -que es siempre- los créditos anteriores).
En fin. La sequía, sin dudas, es una situación jodida que no nos deja siquiera poder decir: 'aquel está bien que se queje y aquel no', porque en definitiva todos la pierden de algún modo, aunque sí duele, insisto, que me quieran hacer cómplice de las especulaciones de algunos, y espectador de un teatro de víctimas mitad documental - mitad ficción.
Se me fue la moto tal vez, hice un poco de catarsis, porque uno muerde bronca cuando ve que la situación no es la indicada para largar determinados comentarios.... como éste tal vez.
Es que llovieron 42 milímetros entre las 7am del jueves y las 7am del viernes. Para encontrar un registro similar de la estación meteorológica local hay que retroceder hasta el 28 de agosto, cuando llovieron 42 mm. Entre ese día y ayer, el día que llovió más fue el 7 de setiembre, que cayeron 25 mm. Noviembre tuvo una sola lluvia, el día 6, de 4 mm. Octubre tuvo siete días de lluvia. Uno, el 22, de 13mm. De los seis restantes ninguno llegó a los 3mm.
La situación en estos cinco meses, evidentemente, ha sido jodida por demás. Ojalá no haga caer a nadie (aunque ya es tarde para manifestar este deseo), y ojalá no sirva de coartada para los que quedan pipones cuando el verde abunda.
Se me ocurre que también puede ser tarde para decirlo.