miércoles, 28 de octubre de 2009

Abrazos y golpes de efecto (o “Es mentira que Bordaberry se haya vuelto blanco en 8 minutos”)

Apenas sabido el resultado de las internas de junio, Lacalle y Larrañaga cerraron la noche acordando ser fórmula. Como estrategia pareció ser un golpe de efecto importante. Fue un abrazo que se presentaba, al menos en la apariencia, como espontáneo.
Después de las internas Astori y Mujica tuvieron algunos días de negociación. Fue una negociación que se cerró, inconclusa, con un abrazo que se pareció bastante a cuando Isaac Rabin y Arafat se estrecharon la mano en la Casa Blanca. El efecto fue negativo.

Lacalle y Larrañaga eligieron Florida como primer lugar a visitar como fórmula tras las internas. El candidato a la presidencia bajó de la camioneta, ayudado por su bastón, y empezó a caminar entre vítores y besos de un centenar de dirigentes y simpatizantes blancos que esperaban en el Centro Democrático.
A mitad de camino, Lacalle se pierde en un abrazo que le da a un veterano dirigente local. El dirigente se da vuelta y me pregunta: ¿viste el abrazo que nos dimos?. Si, le respondí. ¿Sacaste foto? No, le dije. Ahh!.. después que termine la conferencia nos vamos a dar otro. El tipo, evidentemente, quería una foto abrazado con Lacalle. Por eso, programaba perderse entre sus brazos.
Por ese mismo motivo me resultó lamentable el abrazo entre Mujica y Tabaré Vázquez cuando el Capitán Miranda tocó tierra. Desde la semana previa los medios hablaban de un encuentro entre el presidente y el candidato oficialista, para abrazarse ambos, restando sólo saber dónde y cuándo sería. Se vieron y, como si se tratase de algo inesperado, se abrazaron. Tabaré se mostró como sorprendido que Mujica estuviese allí.
“Hola. Mañana a las diez y cuarto nos vemos y nos abrazamos”. “Ok”.
Más chocó por tener entre sus protagonistas a Mujica, una figura que durante tanto tiempo ha intentado jugar el papel de actor político que está absolutamente desligado de la dependencia de la imagen y de las estrategias de asesores. Sucumbió hace tiempo. Esto fue, en todo caso, la estocada final.
El domingo de noche Pedro Bordaberry hizo creer que él, espontáneamente, había decidido que votaría a Luis Alberto Lacalle en noviembre. Da lugar a que hoy, ofuscados, los frenteamplistas hagan circular un kilo de arroz Samán (“rojo, pero blanco bien blanco”) con la esfinge del candidato colorado. Para colmo, se vuelve blanco “en sólo 8 minutos”. Era un centro a cabecear.
 
Yo en esta defiendo a Pedro. Es evidente que no se volvió blanco en 8 minutos. Es mentira. Es imposible. Si Bordaberry salió a decir que él votaría a Lacalle el mismo domingo a la noche, es por algo muy sencillo: la negociación ya estaba cerrada desde mucho antes, y como por una cuestión de formalidades el Partido Colorado no podía comunicar orgánicamente esa misma noche que se plegaba a los blancos (sería haber admitido institucionalmente de antemano una derrota), el golpe de efecto pedido por los nacionalistas fue avisar el apoyo de algún modo. ¿Qué mejor que el propio candidato adelantando su voto? Los blancos saben muy bien la importancia de hacer eso espontáneamente aprovechando el fervor del día de la elección.
Si esto no fuera así (si la alianza no estuviera ya acordada), lejos estaría el candidato presidencial de un partido de poder adelantarse a la resolución de la mesa ejecutiva de su colectividad. ¿Y si el ejecutivo colorado decidía dar libertad de acción? ¿Qué hacía Bordaberry? ¿Dónde quedó lo manifestado por el propio candidato de no descartar la posibilidad de un gobierno de coalición con el FA?
Evidentemente la alianza entre colorados y blancos para el balotaje era un compromiso cerrado desde antes, y me animaría a decir que con algunos ítems ya acordados. Como el Partido Colorado como tal no podía decirlo esa misma noche, casi lo mismo era que lo dijera su candidato. Horas más tarde, el Partido Colorado hará como que analiza lo que ya analizó, y como que resuelve lo que, evidentemente, ya resolvió. Algo para nada espontáneo.
Se me ocurre que es, entonces, ingenuo creer que a Bordaberry, como Saman, le basten 8 minutos para cocinarse y ser “rojo, pero blanco, bien blanco”.

martes, 27 de octubre de 2009

Ganadoras hasta en la Quiniela. El domingo, en realidad ya en el lunes, pensé que sería oportuno jugarme una quiniela con los números de las listas ganadoras de las dos bancas parlamentarias. La 609 del Frente Amplio y la 62 del Partido Nacional.
No jugué (esta vez no). El lunes, en la vespertina (el primer sorteo tras las elecciones) salió el 662 a la cabeza.



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"¿Se ganará en primera vuelta?", se pasaron preguntando los frenteamplistas en los últimos dos meses. Es como si hubiesen tenido una esperanza muy remota, pero un llamado interno a la realidad les autocensuraba el convertir un deseo en un hecho previsible.
Pero pasó que no ganó el FA en primera vuelta y los festejos por la amplia mayoría obtenida parecían como forzados. Por estas horas es notorio el desánimo entre los adherentes, militantes y dirigentes frenteamplistas. Es obvio entonces que, aunque no lo decían, estaban seguros que no habría balotaje.
Se privaron los frenteamplistas de festejar que los votó más gente que en el 2004; no festejan que arañan el 50% después de cinco años de gobierno; no festejan que sacaron una diferencia de casi 20 puntos porcentuales con su inmediato seguidor; pero lo más llamativo es que no festejan que sumados los votos de blancos y colorados, no los alcanzan.
También es cierto, claro está, que después de elecciones que se resolvían con el 30 ó 40 % para el ganador, el tener casi el 50% y todavía tener que esperar, no sólo inquieta, sino que activa el sentimiento de injusticia. Es la ley como la lluvia...

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Chapeau La Nueva Radio. No es una ironía el subtítulo, ni vale suponer que las palabras que siguen me salen con desgano. El hecho es que es insoslayable reconocer que la mayoría de los periodistas locales, así como todos los sectores partidarios, nos guiamos (el primera persona va por lo de periodista!!, je) por la transmisión de La Nueva Radio. La CW33 tiene una tradición de cobertura de elecciones con gente en la mayoría de los locales de votación, que a razón de una hora o una hora y media de cerradas las mesas receptoras de votos, permite tener una idea de las tendencias partido a partido, e incluso sector a sector. De hecho sobre las 20:30 ya Enciso sabía que sería nuevamente diputado, y Vega lo mismo. En los recuentos partidarios había apenas un puñado de circuitos, y en la oficina electoral todavía no había llegado la primera urna. La Nueva Radio ya confirmaba: 1) que en Florida ganaba el FA; 2) que los diputados serían Enciso y Vega; y estos dos sabían de esto gracias a la radio.
Sin ironía y sin desgano: chapeau.

jueves, 22 de octubre de 2009

Ante todo, ningún voto es inútil


“me vienen a convidar a arrepentirme 
(…) 
me vienen a convidar a indefinirme 
me vienen a convidar a tanta mierda” 
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Enseñanzas primarias.  En junio de este año, cuando quedaban pocos días para las internas, la columna semanal de Marcelo Jelen en La Diaria se tituló “Enseñanzas primarias”. Se me ocurre que, incluso, tiene más validez por estas horas que por aquellas, que la tenía y mucha.
Refresco algunos párrafos (y hasta me tomo el atrevimiento de editar un poco).

“Hace un cuarto de siglo que Uruguay puso fin a la peor dictadura de su historia. Desde entonces, hubo elecciones generales cada cinco años, sin excepción, así como consultas ciudadanas de variada índole y unos cuantos comicios partidarios internos.
En los pasados 20 años se han turnado al frente del gobierno uruguayo tres grandes partidos. De un lema centenario a otro y de éstos a un tercero de signo muy distinto. Se crearon y se rompieron coaliciones. No hubo cataclismos. Pocas naciones pueden enorgullecerse de algo así.
Hubo, además, dos fuertes crisis económicas y algunos escándalos de corrupción. Uruguay sobrevivió a todo eso sin terremotos institucionales. Alcanza mirar a los dos países vecinos, ambos gigantes con vocación de potencia mundial, para advertir que con mucho menos las masas pueden salir a la calle exigiendo impeachments o “que se vayan todos”.
Cualquier extranjero, cualquier extraterrestre al que le cuenten esto creerá que la democracia uruguaya tiene una calidad envidiable. Que nada hay que temer ante el dictamen de las urnas en octubre, ni en noviembre, si llega a ser necesaria una segunda vuelta. Que ningún cambio puede poner en peligro la solidez de las instituciones.
Hasta que hablan los aspirantes a la presidencia y sus colaboradores. Hablan, gritan, se desgañitan, gesticulan, se ofenden. El mensaje casi unánime suena a amenaza. Si elegís a otro, habrá desastre. 

(…)
Los candidatos intentarán convencer a los votantes de que los elijan. Podrían recordarles desde sus tribunas, además, que ningún voto es inútil. Que de eso se trata la democracia. Hasta ahora no lo han hecho.
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Mayoría parlamentaria. Vale la pena la entrevista a Daniel Chasquetti  en Voces.  Está en la edición 231. Lo que descubre el politólogo es que, a diferencia de lo que todos creemos, los proyectos enviados por el Ejecutivo en este período han sido modificados mucho más que lo que se le modificaba a los gobiernos anteriores. En conclusión: la aplanadora no es tan aplanadora.
Pero igual así, es aplanadora. 
Es que el FA resuelve en el Palacio Legislativo sus diferencias internas. A diferencia de cuando se modificaban los proyectos en los otros períodos postdictadura, en este caso las variantes han venido casis siempre para incluir al propio Frente y no tanto a la oposición.
Copio y pego un fragmento:
 Durante este período el Frente Amplio tuvo mayoría y sin embargo las leyes del Ejecutivo fueron modificadas prácticamente el doble que en gobiernos anteriores. O sea, mientras a Sanguinetti o Batlle le modificaban uno de cada diez proyectos que enviaban, a Vázquez le modificaban tres de cada diez. Eso es muy curioso, porque cuando uno escucha los discursos y las evaluaciones que hay sobre el Parlamento se cree que había una máquina aplanadora.
 ¿Se puede establecer que la mayoría de esas modificaciones fueron introducidas por el propio Frente Amplio?
 No. Bueno, creo que no son involuntarios, simplemente que me da la impresión de que antes había menos cambios porque la dispersión ideológica dentro de los dos partidos tradicionales es muy corta. Cuando uno mira los partidos tradicionales o se hacen estudios preguntando “¿Qué tipo de preferencias tiene sobre políticas o cómo se ubican en la escala ideológica: izquierda o derecha?” prácticamente blancos y colorados están montados. En cambio, cuando uno revisa el Frente Amplio, hay mayor dispersión, entonces los costos de transacción que tenían blancos y colorados eran menores a los del Frente. En realidad, la mayoría que tiene el Frente no se traduce automáticamente en un proceso más lineal sino en un proceso más trabado, porque el Ejecutivo manda pero adentro del Parlamento se tienen que poner de acuerdo los sectores. En cambio, con blancos y colorados, al haber un acuerdo bastante mayor, los proyectos pasaban más rápidos. O sea, las coaliciones blancas y coloradas eran más eficientes que el gobierno del partido del Frente. Esa es un poco la conclusión.
 ¿Se puede hablar de eficiencia?
 En realidad, todos los partidos se manejan con la misma escala de preferencia. Estando en el gobierno, a la hora de tramitar una ley, van a tratar siempre de que la voten todos, porque eso le da a cada ley mayor legitimidad. Sin embargo, vos ves que las modificaciones que se hacen dentro del Parlamento, casi el 60% de ellas, son para resolver problemas de la interna del Frente Amplio; o sea, no son para incorporar a la oposición. En cambio, en el período anterior las modificaciones que había eran en buena medida para incorporar al Frente. En los partidos tradicionales hay prácticamente dos agentes en cada partido, en cambio en el FA tenés como cinco, seis agentes que tienen su opinión y su forma de ver las cosas. Eso quedó demostrado a la hora de elegir un candidato”. 
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Condiciona confiabilidad del intendente. En la carrera hacia las presidenciales, me encontré con material de sobra, pero no me sobraba tiempo. Dos episodios son inevitables en Florida. El primero: los chispazos internos en el Partido Colorado, generados por Vamos Uruguay al recordar que “la única forma de votar a Pedro al senado” es con la lista 10, lo que es cierto. Era de suponer que superadas las internas, la 22 reapareciera amenazante, pues para los colorados era inevitable votar a Bordaberry a la presidencia con la lista que sea. Evidentemente Juan Justo Amaro podrá tener su liderazgo deslucido con respecto a viejas contiendas, pero para nada ha desaparecido. Estos chispazos son muestra de ello.
El otro episodio tiene como protagonista al ex intendete Cono Alfredo Brescia, pero en este caso a través de un spot radial. No queda claro si quiere decir que él será candidato a intendente y que en octubre apoya a Gervasio Martínez (lista 2004, Alianza Nacional), o que sólo si Gervasio es diputado el próximo intendente podrá ser de confiar. No me quedó muy claro.
 





viernes, 9 de octubre de 2009

Una campaña para indefinirse

Luis Alberto Lacalle dijo el jueves en Florida que la del 25 de octubre “será una verdadera elección”. Tiene razón. “Pocas veces (ha sido) tan clara cada una de las dos opciones que se tiene adelante. Pocas veces ha habido la distancia, la diferencia que hay esta vez como para que uno pueda decir ‘me equivoqué. Creí que era Gre y no era Gre; era Gregorio’”, argumentó.
Por eso, tal vez, es que está siendo tan difícil elegir para miles de uruguayos.
No es lo mismo Lacalle que Mujica. Si bien Larrañaga y Astori no son lo mismo, y ni siquiera son parecidos, a simple vista al menos no distan tanto entre ellos.
Es que si a esa condición de ‘íconos de’, a los hoy candidatos presidenciales se les agrega la competencia de exabruptos, barrabasadas y autoflagelaciones a la que se sometieron en menos de un mes, se puede llegar a entender por qué en lugar de descender, como sucede siempre cuando se acerca una elección, el nivel de indecisos ha aumentado.
A Lacalle le bastaba con jugar a no ser tan Lacalle. Pero se olvidó de activar el mecanismo de autocensura. Se olvidó de soslayar que ve la casa de Mujica (que bastante mejor está que la de al menos 2.000.000 de uruguayos) como “un sucucho” y “una cueva”. Olvidó evitar hacer saber que piensa que los 80 mil beneficiarios del Plan de Emergencia para él son “atorrantes”; y olvidó que en un país de corte batllista decir que le meterá “motosierra” al gasto público hace recordar a una 4x4 con el adhesivo que reza “Bajen el costo del Estado”.
Mujica, peinado y de traje, no deja de ser Mujica. No dice nada muy diferente a lo que ya ha dicho, pero el asunto es que antes nadie pensaba que podía llegar a ser candidato presidencial y con todo servido para ganar una elección. Antes era un senador pintoresco. Pero vestido de ‘casi presidente’, para muchos, es un penal.
A Mujica le bastaba con cerrar la boca, pero no pudo. Nunca nadie se lo dijo. Ha sido por años una figura inconmensurable y solemne para su “barra”. Se me ocurre que es -lo he dicho antes- un iconoclasta seguido por iconódulos. Hablaba Pepe y sólo restaba analizar por qué se estaba de acuerdo. No se analizaba qué dijo para ver si se estaba o no de acuerdo. Tal vez alguien que no era de "la barra" pero sí algo cercano, como Raúl Sendic (h) le podía pedir que cierre la boca. Sendic preguntaba no hace tanto si Seregni no tenía nadie cerca para aconsejarle que cerrara la boca. Hoy no pregunta lo mismo sobre Mujica. Tampoco se jugó él a pedírselo.

Ahora el FA se juega todo en la campaña publicitaria y en los actos, que los cierra Astori. Es Astori el orador central. La publicidad parece de 'Astori presidente'. Tabaré Vázquez, que prefiere a Astori, desacredita en público a Mujica y éste agacha la cabeza. Sólo falta que los folletos, carteles y demás alteren el orden: Astori-Mujica. En todo caso eran cosas para pensar antes de las internas.

Son otros los indecisos
La tradición marca que los indefinidos a dos o tres semanas de una elección rondan el 5%. Esta vez, superan el 10%. Aquel 5% solía tener en su mayoría -según coinciden los ciencistas políticos- ciudadanos desinteresados y desinformados por opción. Esta vez, supongo, si los indecisos en lugar de decrecer aumentaron al acercarse las elecciones, al menos esa porción que creció corresponde a ciudadanos que han estado muy al tanto de la campaña (por ende son ‘informados’) y que les interesa y mucho definir a quién acompañarán, al grado que están dispuestos a cambiar una decisión (si hace un mes no estaban en el grupo de los indecisos, es que ya algo habían definido; pero ahora están, por lo menos, en etapa de reconsideración). Estos últimos no pueden, entonces, ser catalogados de “desinteresados”.
Primero un post de Leonardo Haberkorn, después el análisis de Oscar Bottinelli en El Espectador, y finalmente una columna de Andrés Alsina en El Observador que me encontré hace unos minutos gracias a un link de un contacto en Facebook, me dieron un par de bofetadas sobre qué tanto están jugando los indecisos en esta elección. ¡Están a la par de Partido Colorado! Su representación en las cámaras sería bastante buena, como señala Alsina hablando de indecisos en primera persona.

Bottinelli explica que la mayor porción de indecisos proviene del FA. Es un perfil de elector que difícilmente vaya a apoyar a Lacalle. Un elector –agrego yo- que le pesa el apellido Bordaberry, candidato que ni siquiera se identifica claramente como batllista y más bien se lo observa como un riverista (aunque se ha encargado de aclarar que no es así).

He criticado las apuestas publicitarias frenteamplistas de las últimas elecciones. Solían ser conmovedoras, pero para los frenteamplistas. Estaban hechas, notoriamente, por frenteamplistas. Parecían olvidar que su fin era, precisamente, obtener los votos de los que no son frenteamplistas.
Para esta elección, las publicidades del FA parecen haber aprendido la lección (¡alguien se dignó a leer “Al centro y adentro” de Jaime Yaffé!). Pero parece en vano. Ahora los frenteamplistas tienen que salir a buscar los votos de frenteamplistas. Se me hace que no va a alcanzar con conmoverlos.