Luis Alberto Lacalle dijo el jueves en Florida que la del 25 de octubre “será una verdadera elección”. Tiene razón. “Pocas veces (ha sido) tan clara cada una de las dos opciones que se tiene adelante. Pocas veces ha habido la distancia, la diferencia que hay esta vez como para que uno pueda decir ‘me equivoqué. Creí que era Gre y no era Gre; era Gregorio’”, argumentó.
Por eso, tal vez, es que está siendo tan difícil elegir para miles de uruguayos.
No es lo mismo Lacalle que Mujica. Si bien Larrañaga y Astori no son lo mismo, y ni siquiera son parecidos, a simple vista al menos no distan tanto entre ellos.
Es que si a esa condición de ‘íconos de’, a los hoy candidatos presidenciales se les agrega la competencia de exabruptos, barrabasadas y autoflagelaciones a la que se sometieron en menos de un mes, se puede llegar a entender por qué en lugar de descender, como sucede siempre cuando se acerca una elección, el nivel de indecisos ha aumentado.
A Lacalle le bastaba con jugar a no ser tan Lacalle. Pero se olvidó de activar el mecanismo de autocensura. Se olvidó de soslayar que ve la casa de Mujica (que bastante mejor está que la de al menos 2.000.000 de uruguayos) como “un sucucho” y “una cueva”. Olvidó evitar hacer saber que piensa que los 80 mil beneficiarios del Plan de Emergencia para él son “atorrantes”; y olvidó que en un país de corte batllista decir que le meterá “motosierra” al gasto público hace recordar a una 4x4 con el adhesivo que reza “Bajen el costo del Estado”.
Mujica, peinado y de traje, no deja de ser Mujica. No dice nada muy diferente a lo que ya ha dicho, pero el asunto es que antes nadie pensaba que podía llegar a ser candidato presidencial y con todo servido para ganar una elección. Antes era un senador pintoresco. Pero vestido de ‘casi presidente’, para muchos, es un penal.
A Mujica le bastaba con cerrar la boca, pero no pudo. Nunca nadie se lo dijo. Ha sido por años una figura inconmensurable y solemne para su “barra”. Se me ocurre que es -lo he dicho antes- un iconoclasta seguido por iconódulos. Hablaba Pepe y sólo restaba analizar por qué se estaba de acuerdo. No se analizaba qué dijo para ver si se estaba o no de acuerdo. Tal vez alguien que no era de "la barra" pero sí algo cercano, como Raúl Sendic (h) le podía pedir que cierre la boca. Sendic preguntaba no hace tanto si Seregni no tenía nadie cerca para aconsejarle que cerrara la boca. Hoy no pregunta lo mismo sobre Mujica. Tampoco se jugó él a pedírselo.
Ahora el FA se juega todo en la campaña publicitaria y en los actos, que los cierra Astori. Es Astori el orador central. La publicidad parece de 'Astori presidente'. Tabaré Vázquez, que prefiere a Astori, desacredita en público a Mujica y éste agacha la cabeza. Sólo falta que los folletos, carteles y demás alteren el orden: Astori-Mujica. En todo caso eran cosas para pensar antes de las internas.
Son otros los indecisos
La tradición marca que los indefinidos a dos o tres semanas de una elección rondan el 5%. Esta vez, superan el 10%. Aquel 5% solía tener en su mayoría -según coinciden los ciencistas políticos- ciudadanos desinteresados y desinformados por opción. Esta vez, supongo, si los indecisos en lugar de decrecer aumentaron al acercarse las elecciones, al menos esa porción que creció corresponde a ciudadanos que han estado muy al tanto de la campaña (por ende son ‘informados’) y que les interesa y mucho definir a quién acompañarán, al grado que están dispuestos a cambiar una decisión (si hace un mes no estaban en el grupo de los indecisos, es que ya algo habían definido; pero ahora están, por lo menos, en etapa de reconsideración). Estos últimos no pueden, entonces, ser catalogados de “desinteresados”.
Primero un post de Leonardo Haberkorn, después el análisis de Oscar Bottinelli en El Espectador, y finalmente una columna de Andrés Alsina en El Observador que me encontré hace unos minutos gracias a un link de un contacto en Facebook, me dieron un par de bofetadas sobre qué tanto están jugando los indecisos en esta elección. ¡Están a la par de Partido Colorado! Su representación en las cámaras sería bastante buena, como señala Alsina hablando de indecisos en primera persona.
Bottinelli explica que la mayor porción de indecisos proviene del FA. Es un perfil de elector que difícilmente vaya a apoyar a Lacalle. Un elector –agrego yo- que le pesa el apellido Bordaberry, candidato que ni siquiera se identifica claramente como batllista y más bien se lo observa como un riverista (aunque se ha encargado de aclarar que no es así).
He criticado las apuestas publicitarias frenteamplistas de las últimas elecciones. Solían ser conmovedoras, pero para los frenteamplistas. Estaban hechas, notoriamente, por frenteamplistas. Parecían olvidar que su fin era, precisamente, obtener los votos de los que no son frenteamplistas.
Para esta elección, las publicidades del FA parecen haber aprendido la lección (¡alguien se dignó a leer “Al centro y adentro” de Jaime Yaffé!). Pero parece en vano. Ahora los frenteamplistas tienen que salir a buscar los votos de frenteamplistas. Se me hace que no va a alcanzar con conmoverlos.
Por eso, tal vez, es que está siendo tan difícil elegir para miles de uruguayos.
No es lo mismo Lacalle que Mujica. Si bien Larrañaga y Astori no son lo mismo, y ni siquiera son parecidos, a simple vista al menos no distan tanto entre ellos.
Es que si a esa condición de ‘íconos de’, a los hoy candidatos presidenciales se les agrega la competencia de exabruptos, barrabasadas y autoflagelaciones a la que se sometieron en menos de un mes, se puede llegar a entender por qué en lugar de descender, como sucede siempre cuando se acerca una elección, el nivel de indecisos ha aumentado.
A Lacalle le bastaba con jugar a no ser tan Lacalle. Pero se olvidó de activar el mecanismo de autocensura. Se olvidó de soslayar que ve la casa de Mujica (que bastante mejor está que la de al menos 2.000.000 de uruguayos) como “un sucucho” y “una cueva”. Olvidó evitar hacer saber que piensa que los 80 mil beneficiarios del Plan de Emergencia para él son “atorrantes”; y olvidó que en un país de corte batllista decir que le meterá “motosierra” al gasto público hace recordar a una 4x4 con el adhesivo que reza “Bajen el costo del Estado”.
Mujica, peinado y de traje, no deja de ser Mujica. No dice nada muy diferente a lo que ya ha dicho, pero el asunto es que antes nadie pensaba que podía llegar a ser candidato presidencial y con todo servido para ganar una elección. Antes era un senador pintoresco. Pero vestido de ‘casi presidente’, para muchos, es un penal.
A Mujica le bastaba con cerrar la boca, pero no pudo. Nunca nadie se lo dijo. Ha sido por años una figura inconmensurable y solemne para su “barra”. Se me ocurre que es -lo he dicho antes- un iconoclasta seguido por iconódulos. Hablaba Pepe y sólo restaba analizar por qué se estaba de acuerdo. No se analizaba qué dijo para ver si se estaba o no de acuerdo. Tal vez alguien que no era de "la barra" pero sí algo cercano, como Raúl Sendic (h) le podía pedir que cierre la boca. Sendic preguntaba no hace tanto si Seregni no tenía nadie cerca para aconsejarle que cerrara la boca. Hoy no pregunta lo mismo sobre Mujica. Tampoco se jugó él a pedírselo.
Ahora el FA se juega todo en la campaña publicitaria y en los actos, que los cierra Astori. Es Astori el orador central. La publicidad parece de 'Astori presidente'. Tabaré Vázquez, que prefiere a Astori, desacredita en público a Mujica y éste agacha la cabeza. Sólo falta que los folletos, carteles y demás alteren el orden: Astori-Mujica. En todo caso eran cosas para pensar antes de las internas.
Son otros los indecisos
La tradición marca que los indefinidos a dos o tres semanas de una elección rondan el 5%. Esta vez, superan el 10%. Aquel 5% solía tener en su mayoría -según coinciden los ciencistas políticos- ciudadanos desinteresados y desinformados por opción. Esta vez, supongo, si los indecisos en lugar de decrecer aumentaron al acercarse las elecciones, al menos esa porción que creció corresponde a ciudadanos que han estado muy al tanto de la campaña (por ende son ‘informados’) y que les interesa y mucho definir a quién acompañarán, al grado que están dispuestos a cambiar una decisión (si hace un mes no estaban en el grupo de los indecisos, es que ya algo habían definido; pero ahora están, por lo menos, en etapa de reconsideración). Estos últimos no pueden, entonces, ser catalogados de “desinteresados”.
Primero un post de Leonardo Haberkorn, después el análisis de Oscar Bottinelli en El Espectador, y finalmente una columna de Andrés Alsina en El Observador que me encontré hace unos minutos gracias a un link de un contacto en Facebook, me dieron un par de bofetadas sobre qué tanto están jugando los indecisos en esta elección. ¡Están a la par de Partido Colorado! Su representación en las cámaras sería bastante buena, como señala Alsina hablando de indecisos en primera persona.
Bottinelli explica que la mayor porción de indecisos proviene del FA. Es un perfil de elector que difícilmente vaya a apoyar a Lacalle. Un elector –agrego yo- que le pesa el apellido Bordaberry, candidato que ni siquiera se identifica claramente como batllista y más bien se lo observa como un riverista (aunque se ha encargado de aclarar que no es así).
He criticado las apuestas publicitarias frenteamplistas de las últimas elecciones. Solían ser conmovedoras, pero para los frenteamplistas. Estaban hechas, notoriamente, por frenteamplistas. Parecían olvidar que su fin era, precisamente, obtener los votos de los que no son frenteamplistas.
Para esta elección, las publicidades del FA parecen haber aprendido la lección (¡alguien se dignó a leer “Al centro y adentro” de Jaime Yaffé!). Pero parece en vano. Ahora los frenteamplistas tienen que salir a buscar los votos de frenteamplistas. Se me hace que no va a alcanzar con conmoverlos.