jueves, 11 de septiembre de 2008

De iconódulos e iconoclastas

De dos post que debo, cumplo con la mitad. Me queda para atrás, entonces, el de Pablo Alfano.

El jueves 21 de agosto publiqué un “recorte” del diario El Heraldo, reproduciendo un artículo a través del cual “empleados de Zona Franca Florida que prefirieron mantener sus nombres en reserva” -según consignaba el matutino- denunciaban que “un importante dirigente del Movimiento de Participación Popular (MPP) y del Fondo Raúl Sendic ha incurrido en prácticas de persecución sindical”.

La nota de El Heraldo agregó que el sujeto en cuestión “ha amenazado a sus subalternos con echarlos de la empresa para la cual trabajan si concretan la formación de un sindicato”.

Debajo del artículo acoté a los foráneos que “el dueño de ZFF es el mismo de M24, donde toooodos los santos días el Pepe habla sobre los efectos positivos de la arveja de soja, de las propiedades curativas del pelo de gata preñada y cosas así, entre otros tantos temas”.

El 25 de agosto a la tarde tenía en la puerta de mi casa paterna una persona (que me dio su nombre, apellido y teléfono, pero prefirió que no lo mencione) indicándome que “para nada” el sujeto en cuestión ha incurrido en prácticas de persecución sindical, señalando incluso que en varias ocasiones colaboró para conseguir mejoras salariales, actuando como puente entre los obreros y la cúpula de Zona Franca. El trabajador explicó que él y sus pares temen que una denuncia como la que tomó estado público pueda afectar de algún modo ese puente.

A la semana siguiente de la nota inicial, en El Heraldo se publicaron pasajes de una carta de trabajadores en los mismos términos de la explicación de quien llegó a mi casa paterna. Los firmantes pidieron no ser identificados, señaló el medio.

El estado de situación: personas que no quieren que sus nombres se den a conocer hacen una denuncia contra un jefe por persecución sindical, indicando incluso el sector político partidario del cual es dirigente. Salen a desmentirlo otros trabajadores, que tampoco quieren que sus nombres tomen estado público.

Apunto que si bien una fuente con conocimiento detallado de la interna del MPP me aseguró que el sujeto que fue el 25 de agosto hasta mi casa ha participado de alguna actividad orgánica de este sector (puntualmente me indicó que acudió a una Dirección Departamental ampliada del MPP), el trabajador –a quien acabo de llamar para consultarlo sobre este punto- lo niega rotundamente. En fin: no me interesa tampoco avanzar sobre esos aspectos.

También lo consulté, a él y a otros trabajadores de Zona Franca, sobre si existe allí un sindicato (recordemos que la denuncia original señalaba que el dirigente del MPP que es jefe en ZFF “ha amenazado a sus subalternos con echarlos (…) si concretan la formación de un sindicato”). La respuesta es ‘no’; no existe sindicato. No obstante ello todos coincidieron en que hay “trabajadores organizados”, acorde a “la compleja realidad de las zonas francas”, pues en ellas conviven en ocasiones cientos de empresas de toda clase de actividad.

Pero la punta del asunto que más me interesó es algo que no tiene que ver con la denuncia en sí ni con el trabajador que llegó hasta mi casa paterna, sino el malestar de algunos seguidores del Pepe (personas éstas que de algún modo estaban vinculadas a la noticia del recorte) con el comentario final sobre la variedad de temas que aborda Mujica en sus intervenciones diarias en M24.

Veamos. Entiendo, está bien. Florida es una ciudad iconódula, en el medio de un país iconódulo. En Florida, aún los agnósticos nos hemos criado frente a imágenes como la de San Cono o la de la Virgen de los 33. Es además un país en el que nacimos venerando a un Artigas casi todopoderoso, desde la tienda que sea. Incluso las historias de los partidos tradicionales, nutridas de decenas de imágenes, tienen en Batlle y Saravia dos íconos que sobresalen muy por encima del resto.

La historia de la izquierda es también iconódula. Ciento cincuenta años adorando a Marx, cien a Lenin, y buena parte aún, medio siglo después y muchos motivos para no hacerlo, reverenciando a Fidel. Como si fuese poco, ahora Chávez.

No voy a pedirles entonces que sean iconoclastas, pero sí que bajen el grado de iconulidad. Y como ejemplo a seguir les propongo al propio Pepe, tal vez el más iconoclasta de los iconoclastas, incluso sincrético de algún modo. Parece una contradicción un iconoclasta venerado por una masa de iconódulos, pero así sucede, aún no conciba yo una ‘masa’ como tal.

Creo que el estilo mismo del Pepe llama a cortar no sólo con tantas veneraciones, sino también con tantas solemnidades, casi como un exhorto a parar con la construcción de figuras que no se pueden tocar en lo más mínimo.

Decir que Mujica habla de “los efectos positivos de la arveja de soja, las propiedades curativas del pelo de gata preñada y cosas así, entre otros tantos temas”, es decir eso, que el Pepe es un todólogo que le da el rollo para hablar media hora al aire todos los santos días, sobre todo... y que los que tienen las pelotas suficientes para escucharlo (de vez en cuando lo hago) lo atiendan y asimilen como un ensayo científico de un notable de la materia abordada ese día.

No quita ello que sienta por momentos –y por otros motivos- hasta admiración por la figura de Mujica, por su pasado y sobre todo por su presente, construido con la cabeza gacha sobre las mataduras que lleva de cuarenta años a esta parte. Ni Artigas debe ser tratado con solemnidad, aun hayamos nacido y crecido todos adorando su imagen, porque somos eso -incluso los que nos decimos iconoclastas- iconódulos por tradición.