Reconozco que poco sé acerca de estos muchachos para lo que debería ser la base de cualquier ser humano que se precie de tal habiendo nacido después de la década del '60. Pero bastante me gustan.
Fui a parar al Nº901 de El País Cultural. Allí estaban ellos. Luis Fernando Iglesias cuenta hasta los susurros de la creación del Sargento Pimienta y su Banda de Corazones Solitarios. La nota es recomendable. De todos modos, me quedo con la anécdota colocada con acierto en un recuadro, pues poco tiene que ver con el resto del prolijo trabajo (me tomo el atrevimiento de resumir):
Fui a parar al Nº901 de El País Cultural. Allí estaban ellos. Luis Fernando Iglesias cuenta hasta los susurros de la creación del Sargento Pimienta y su Banda de Corazones Solitarios. La nota es recomendable. De todos modos, me quedo con la anécdota colocada con acierto en un recuadro, pues poco tiene que ver con el resto del prolijo trabajo (me tomo el atrevimiento de resumir):
Los Beatles tenían como norma que sólo podían asistir a las sesiones de grabación aquellos que intervenían de alguna forma en ellas. Para Sgt. Pepper hubo una excepción. Paul se preparaba (en su casa) para ir a grabar cuando alguien tocó a su puerta. Abrió y se enfrentó a una persona alta, delgada, de pelo lacio y barba. Le preguntó qué deseaba, a lo que el visitante contestó: "Soy Jesucristo". El músico lo estudió y finalmente contestó: "Bueno, entonces será mejor que entres". Le ofreció una taza de té y conversaron un rato. Luego le dijo: "tengo que ir a una grabación, si prometés quedarte callado en un rincón podés venir".
Al llegar el barbado hizo tal como le pidió Paul: se sentó en un rincón y no habló en toda la sesión. Los demás preguntaron quién era. "Dice que es Jesucristo, por las dudas lo traje", dijo Paul. Nadie lo cuestionó.
Cuando terminó la sesión el supuesto Mesías se retiró tan silencionsamente como había permanecido en el estudio, y nunca más lo vieron.