Jueves 13 de noviembre, 17 horas. Es la tercera audiencia del juicio iniciado por el relator Ruben Mario del Castillo contra el conductor de Tercer Tiempo, Fabricio Alvarez.
La fiscal Alba Corral acusará o pedirá el sobreseimiento de Alvarez, quien pudiendo haber dicho que nunca se refirió a Ruben Mario del Castillo en su editorial del 27 de octubre, prefirió no aprovecharse de los vericuetos a los que da lugar la Justicia, y admitir que sí, que siempre que habló del "colega radial" al que llegó a calificar de "atrevido" y "mentiroso", se refería a éste. También dijo que nunca pretendió ofender a del Castillo.
Pero más allá del desarrollo del juicio, lo que motiva estas líneas es lo que lo desencadenó. La libertad de expresión, la de pensamiento, la de prensa, la de información. Esas libertades, a las que se hace referencia muy superficialmente para vanagloriarse nadie sabe de qué, pero después cagarse en ellas.
No temo admitir que en los medios locales sólo El Heraldo, o más precisamente Alvaro Riva, de vez en cuando lanza algunas puntas para ir recogiendo y así comenzar a hilvanar un debate sobre el rol de los medios, el alcance de la tarea del periodista y las libertades antes señaladas, que a veces por enmarañadas que se irguen, se confunden como si de exactamente la misma se tratara.
No tengo intención de abrir un paréntesis para explicar por qué me parece que Riva lo hace, si es o no el tipo indicado para hacerlo, y qué pesa en su contra. No viene al caso y podría tomarse perfectamente como una intención de descalificar a uno de los miembros del debate. Pero el caso es que nadie le da bola. Los otros medios no hablan del asunto. No está en la agenda. En la lista de tareas de los periodistas suele estar cubrir el espacio del informativo, tener las notas a tiempo, cobrar a fin de mes y estar lo antes posible en casa con la familia. En ese trajín no importa demasiado sentarse a analizar una cuestión que parece en vano.
Y no es un problema de la carencia de formación académica. Así como conozco licenciados en ciencias de la comunicación que dicen "haiga" en lugar de "haya", conozco otros profesionales universitarios de esta rama que ante la mínima presión empresarial borran todos los datos que puedan comprometer a alguien. Y cuando quieren acordar internalizan esa situación al punto de comenzar a censurarse solos, sin que nadie les pida que no pongan tal o cual cosa.
Desde El Heraldo han salido puntas que podrían recogerse para arrancar el debate, pero el único eco que se escucha es "¡qué importante que es la libertad de prensa!!", "¡qué fundamental ese derecho!!" y después se sigue hablando de otra cosa. De profundizar, al menos diez centímetros, ni ahí. ¿Para qué? Si a 'la gente' (generalidad si las hay) no le interesa. No sirve como producto, en absoluto. Hay que vanagloriarse de ser periodista, de tener micrófonos, cámaras o páginas para reclamar la libertad de prensa, para exaltar la libertad de expresión, pero sólo como un titular suelto, que no merece ni tres segundos de tratamiento.
A Verónica Pécora se le dio por preguntar días atrás, desde las páginas de El Heraldo, cómo mierda puede ser que en plena etapa de intento de cambio de la ley de prensa, justo entre periodistas se utilice la vieja para terminar en un juicio.
Supongo que hay varias posibles respuestas mi querida Verónica. Una, sin lugar a dudas, es que a pocos periodistas en Florida les interesa el tema, ni saben cómo es la vieja y ni idea de que hay una nueva en camino. Otra posible respuesta es que a muchos no es que les agrade la libertad de expresión como derecho, sino como objeto de goce individual.
La calidad de información, la veracidad, las conductas de los periodistas, son temas a abordar tal como el rol de los medios. Pero existe cierto temor a que alguno salte para denunciar que se está haciendo "periodismo de periodistas". ¿Qué es el periodismo para estar excluido de los temas a abordar? ¿No incide demasiado el oficio en la sociedad como para que se presente como un tema que no debe tocarse? ¿Además pretende ser inmune?
Hace algunos meses Alvaro Riva fue sobreseído a pedido de Alba Corral, en el juicio que inició el ciudadano Fermín Aspe Pérez por haberle dedicado una página entera, tras un incidente personal generado en la labor periodística, tratándolo de "septicémico mental".
Ese día respiramos todos y celebramos porque "ganó la libertad de prensa", tal como dijo quien hacía la transmisión de La Nueva Radio Florida desde el juzgado. Si mal no recuerdo, fue el mismo Ruben Mario que hoy es denunciante.
También es cierto -en contrapartida a lo que venía diciendo- que como con la libertad de tomar, queda en la responsabilidad de quien hace uso de ella para aprovecharla. Pero ya es algo que está en el segundo renglón de la discusión, y en Florida parece que no podemos salir de los titulares.