Una noche, hace ya un año, Garo Arakelian aprovechó que las cámaras lo seguían por la lluvia de premios Graffiti que recibía La Trampa en esa gala y pidió en voz alta a los medios que indaguen“por qué los discos tienen el precio que tienen”.
En una nota que le hice pocos días después para el suplemento QuéPasa? del diario El País, me dijo que en el caso de haber tenido que contestarse a sí mismo, su respuesta hubiese sido: “principalmente por la carga impositiva enorme que tienen”. En esa nota Garo habló sobre lo poco y mal que, a su entender, se movieron AGADU y la Cámara del Disco para lograr variantes, y de la indisposición del Poder Legislativo, “que tiene dormida en la cuna del gato cualquier forma de poder revertir esto o analizarlo, para no ponerlo sobre el debate público”.
El sábado pasado estuve de nuevo con Arakelian. Esta vez con toda la banda. Les pregunté acerca de las afirmaciones de Luis Mardones, director de Cultura del MEC, sobre la dicotomía nacional-extranjero que plantean algunos uruguayos en materia de consumo de ‘productos culturales’, y sobre la multiplicación de bandas de rock con letras que parecen querer anestesiar dialécticamente a cuanta generación las escuche. Hablaron de todo.
Cuando pregunté acerca de la reforma tributaria y sobre si sabían si se darían variantes en impuestos a los discos, alguien ajeno al cuarteto musical me hizo señas con las manos y dijo que de eso no tenían "ni idea". Alejandro Spuntone intentó responder algo, pero sin decir mucho más que ellos se dedican "a tocar" y que “sería fenómeno” que los exoneraran, pero que no tienen “ni la menor idea de nada”. Garo prefirió no hablar.
No pretendo suponer qué pasó para que se apagara aquella inquietud. Simplemente me limito a narrar hechos que a veces a uno lo toman por sorpresa.