Siempre me gustó este párrafo de Traficantes de Realidad (Marcelo Jelen, edición
del autor, 1997), un libro que, supongo, no estaría mal que conviertan en
lectura obligatoria en cada recinto académico en el que se pretenda formar
periodistas.
Los periodistas, o los que trabajamos de periodistas,
solemos creer que con un puñado de consultas acerca de un hecho tenemos material suficiente para
contar ‘cómo pasó’ tal o cual cosa, así que cuando eso que pasa ocurre frente a
nuestras narices y no necesitamos recurrir a relatos ajenos, la certeza se agiganta. Es más: reavivamos el caduco convencimiento de “la verdad”, de “la realidad” que estamos contando, como si se tratase de la verdad así, en singular, cuando
en todo caso podría ser algo ‘veraz’ por ser ‘verificable’; como si la ‘verdad’
y la ‘realidad’ fuesen abordables en relatos humanos, e incluso en reducidas crónicas
periodísticas.
Lo extraño es cómo nos convencemos de ello, a tal punto que
a veces hasta nos olvidamos de recientes tropezones, e insistimos con contar
con absoluta certeza cosas que creemos ver, o que nos han contado que son de
tal modo.
Un caso ejemplar de narración negligente de algo que creímos ver
El
1º de octubre de 2012 varios periodistas fueron testigos de esta escena
Fue la subasta de siete aviones Bombardier que pertenecieron
a Pluna. Un sujeto que dijo llamarse Antonio Sánchez, que asistió como aparente
representante de la empresa española Cosmo, hizo las señas de rigor en la
subasta y, de ese modo, dijo ofrecer 137 millones de dólares por los aviones.
Los periodistas lo vimos, así que al día siguiente contamos lo que pasó.
El ver a un sujeto levantando la mano en la subasta alcanzó para afirmar al unísono que los aviones fueron vendidos, que los compró Cosmo, e incluso en algún caso, como en el de la República, celebrar la culminación de una etapa. ¡No! Nadie compró nada. Sólo pasó una subasta y alguien se comprometió a pagar. Sólo pasó eso.
Con las horas se fue sabiendo que Sánchez antes que Sánchez era Calvo, y que antes que Antonio era Hernán, y que antes de ser de Cosmo era, o es, de Buquebus
Con los días se fue sabiendo que Cosmo difícilmente compraría (así, en condicional y a futuro) lo que ya todos habían afirmado que compró (así, en tiempo pasado y con tantas certezas).
Pero pese a todos estos datos, desconfiando siempre que López Mena era el titiritero de Calvo Sánchez y de Cosmo, desde los medios nosotros los periodistas o los que trabajamos de periodistas, seguíamos afirmando -todavía en octubre de 2012- cosas tales como:
...y además los links de los artículos que cambiaron de título no dejan mentir.
El ver a un sujeto levantando la mano en la subasta alcanzó para afirmar al unísono que los aviones fueron vendidos, que los compró Cosmo, e incluso en algún caso, como en el de la República, celebrar la culminación de una etapa. ¡No! Nadie compró nada. Sólo pasó una subasta y alguien se comprometió a pagar. Sólo pasó eso.
Con las horas se fue sabiendo que Sánchez antes que Sánchez era Calvo, y que antes que Antonio era Hernán, y que antes de ser de Cosmo era, o es, de Buquebus
Con los días se fue sabiendo que Cosmo difícilmente compraría (así, en condicional y a futuro) lo que ya todos habían afirmado que compró (así, en tiempo pasado y con tantas certezas).
Pero pese a todos estos datos, desconfiando siempre que López Mena era el titiritero de Calvo Sánchez y de Cosmo, desde los medios nosotros los periodistas o los que trabajamos de periodistas, seguíamos afirmando -todavía en octubre de 2012- cosas tales como:
No me concentro por saña en los medios escritos con soporte en papel (lo explico en el asterisco final), sino por todo lo contrario, porque allí, suele suceder, este tipo de información llega a tener un tratamiento más cuidadoso. La idea es ver cómo a todos nos pasa.
Se llegaron a dar situaciones como ésta.
Los meses confirmaron que Cosmo no sólo no compró, sino que no iba a comprar, que su aval era del Banco República, que las garantías no pagaban y que Juan Carlos López Mena estuvo siempre detrás de la empresa española, aprovechándose de -como ha dicho mi jefe- actores de gobierno que han querido mostrar que juegan cartas de altas negociación empresarial, pero sin tener en cuenta que negocian con sujetos bastante más hábiles que ellos, y que hacen asados debajo del agua.
Mientras tanto, pese a todas estas cucarachas que se cuelan en las redacciones (por seguir en la línea de Traficantes de Realidad), hasta el día de hoy seguimos dando por cierto, contando no ya como verificables sino como verificadas cosas de las que tendríamos que desconfiar como nunca.
Aparentemente López Mena negoció con el Banco República el aval ejecutado al no haberse concretado la compra de los aviones subastados (los mismos que una empresa española 'compró', según afirmamos todos, porque lo habíamos visto en la subasta) y habría pagado la primera cuota de una financiación que sumará U$S 13,6 millones. Pese a que está claro que aún no se han pagado los U$S 13,7 millones, que en todo caso se habría abonado sólo una parte del monto y, peor aún, sabiendo que quien está detrás de esto es el mismo que nos generó la ilusión óptica que nos llevó a afirmar al unísono que Cosmo compró los aviones, que Calvo era Sánchez, y que López Mena negociaba con alguien muy parecido a López Mena; pese a todo eso, cuando se supo de la negociación del aval, una vez más aparecieron afirmaciones de las que, no entiendo cómo, todos parecen estar seguros. Todos, por lo visto, las han verificado.
Otros cambiaron títulos a tiempo, pero Google deja viviendo lo que ya no existe...
...y además los links de los artículos que cambiaron de título no dejan mentir.
* en este caso vamos a los medios escritos, que son los que se manejan, o se tendrían que manejar, con menos celeridad. El panorama de las afirmaciones de lo que se creyó ver empeora en canales de TV, radios y portales.