domingo, 20 de febrero de 2011

y no poder nada

A Nelson Blanchet lo conocí hace poco. Para ser exacto, el 12 de octubre de 2010, en Sarandí Grande, durente los actos por la Batalla de Sarandí. Él era el maestro de ceremonia, como nuevo jefe de prensa; yo estaba a un costado tomando audios desde los parlantes. Nelson se había incorporado al gabinete de la Intendencia de Florida el día anterior, o en los previos. No lo había visto antes, y aunque su nombre me sonaba familiar, no lo había atado a quien le había escuchado la voz durante más de un lustro los fines de semana por la tarde en 13a0.

Apenas se acercó al micrófono y habló, me cayó la ficha. Tras presentar al primer orador y alejarse del micrófono, quedamos mano a mano junto a un parlante, lo que me dio lugar a despejar toda duda: ¿sos Nelson Blanchet el que estaba en 13a0? El solo hecho de saber que he sido un buen adicto al programa, le despertó una sonrisa y activó una conversación que desde ese día mantuvimos practicamente a diario, acerca de lo que sea, aún siempre hayan nacido por cuestiones de trabajo. Incluso el mimso día de su muerte, miraba el registro en el celular, y habíamos hablado por última vez a las 6 de la tarde, cuando me llamó para pasarme un teléfono que le había pedido tres minutos antes.
Las casualidades de la vida me han llevado a pasar por algunos de los medios en los que él ha trabajado (la 30 y Radio Uruguay puntualmente), pero sin haber coincidido con él en el tiempo. Sin embargo, en ambos lados dejó amigos que constantemente me han pintado, en estos meses, las mejores anécdotas.

Agradezco a las casualidades de la vida que me dieron la chance de coincidir sí con él en Florida, y en un contexto que me llevó a compartir varias horas con un tipazo que destilaba amor a escenas propias del hombre del interior que se injertó en la violenta selva montevideana, con amor a la primera luz del sol en el horizonte reflejado entre limoneros, preparando un mate y ahogándose en milongas zitarroseanas en una radio portátil mientras consume un tabaco (una escena que no se la vi pero que confesó era su preferida).

Luis Custodio, su amigo desde hace décadas, me dijo, cuando le comenté que había conocido a Nelson, que la extrema honestidad era la seña con la que lo identificaría, apenas tuviese la posibilidad de desarrollar más una relación. No dudo que así hubiese sido.