lunes, 7 de septiembre de 2009

Guarangadas

“Incivil” y “grosero” son dos calificativos que, según la Real Academia Española, ayudan a definir “guarango”. En la web, el diccionario de WordReference es un poco más duro; habla de “mal educado, descarado” en una acepción, y de “sucio y zarrapastroso” en otra.

Desde que un familiar me desasnó sobre la raíz de “guarango”, decidí suprimir la palabra de mi lista de improperios.

La deformación, aparentemente, se remonta a tiempos coloniales o independentistas. Tal como por estos lares muchos hablan de “cosas de negro”, una buena porción de la aristocracia paraguaya (real o de mampostería) tomaba como despreciable todo aquello proveniente de la cultura guaraní. De hecho, guarango es quien habla guaraní, o, más correctamente, el guaraní parlante.
Lo ‘maleducado’, lo ‘zaparrastroso’ (o ‘zarrapastroso’, como evidentemente prefiere la Real Academia Española) y lo ‘grosero’, es cosa propia de quien hablaba guaraní. Patético.
Como es costumbre, y sucede más hoy que ayer, el reproducir discursos ajenos reconforta y hace aparentemente accesible un estatus, para parecer al menos un poco lo que no se es por naturaleza pero angustia el no llegara ser.

¿A qué tanta cháchara? A dos cosas. Una de ellas con relación a lo guaraní, y la otra no, aunque también vinculada a la cultura nativa de nuestro continente.

Decepcionante. Me destornillo de risa con Rafa Cotelo, pero esta vez fue aborrecible. Mientras esperaba TVR (que nunca llegó) el sábado en La Tele, miré el cierre de la columna semanal de Cotelo en Telemental: “Vergüencita Ajena”. Ahí caben, y caben bien, minutos o segundos de algo que pasó el la televisión y en los cuales, efectivamente, uno suele sentir vergüenza ajena. En campaña electoral, por ejemplo, el incluir en ese espacio el spot de Gandini y su equipo (“el mejor equipo”, tal como se lo presentaba), en el que era elegido cada miembro de éste por dos chiquilines para un picado en un baldío , me hacía sentir incómodo el pensar ser en ese momento un sujeto más que respetable como lo es Sergio Abreu, por citar a alguien).
Esta semana Cotelo (o la producción, no me importa) eligió para Vergüencita Ajena a la despedida de una participante del “Musical de tus sueños”. La joven, paraguaya por lo visto, tras ser eliminada le envió un mensaje, a través del micrófono que le acercaba Tinelli, a los televidentes de su tierra. Lo hizo en guaraní.
A Cotelo le pareció que aquello daba vergüenza ajena. A mí me la dio él por eso. Ya se me pasará. Volveré a respetarlo y a descoserme de risa en poco tiempo, pero por eso mismo que me ha generado Cotelo siempre, hoy me choca.



Insoportable. “No son las formas”, dijo ‘Gonzalito’ Rodríguez en CQC cuando dos o tres jóvenes fueron a denunciar al aire la muerte de un compañero de estudio, asesinado por efectivos policiales. Rodríguez, que irrumpe y juega a mostrar al periodista como un tipo que puede despreciar a cualquiera (incluidos los televidentes, a los que sus reportes suelen subestimar de poco críticos), aprovechó la cumbre de la ONASUR en Bariloche para mandar la pregunta final en una conferencia que daban Cristina Fernández y Rafael Correa. ¿La pregunta? Una ironía sobre dónde vendían camisas como la que tenía el presidente ecuatoriano. Rodríguez, es el mismo que no pocos mimos ha hecho con Fernández, una mujer que acostumbra a dejar dinerales en el ropero, así como a realizar “giras-shopping” por el mundo acompañada por su hija. Incluso esta última, lejos del ‘recato republicano’ del que habló alguna vez Hierro López en Uruguay, se ha mostrado en sus fotologs chorreando glamour del más caro posible, con carteras de esas para las cuales uno debería trabajar un tiempito largo, y ni pensar en los zapatos). Gonzalito, decía, evidentemente acostumbrado a ese glamour presidencial y a una cultura tan occidental como europeodescendiente, no tomó en cuenta que Correa (de apellido hispano) también tiene su preocupación por el vestuario, acrecentado desde que asumió como presidente. Pero claro, no con referencias parisinas ni neoyorquinas. Éste le pidió a la diseñadora Alicia Cisneros que le hiciera prendas con motivos nativos, basados fundamentalmente en culturas como la del pueblo Jama Coaque.
Como buen tipo de traje y de apellidos que bajaron, como los míos, de barcos, Gonzalito se olvidó quiénes somos los inquilinos.