"De cada pueblo un paisano". Alfredo Etchegaray y el
Ñato Fernández Huidobro.
Néber Araújo y
Miguel Fernández Galeano. Cada uno por su lado, pero todos entreverados. Eso sí, los tres ex presidentes postdictadura:
Sanguinetti,
Lacalle y
Batlle, los tres juntitos (por disposición de sillas, claro está).
Juan Raúl en primera fila junto a
Didier Operti y, a su
izquierda, en qué otro lugar,
Juan Andrés Ramírez.
Danilo Arbilla, Mujica, Bordaberry.
Andrés Arocena y
Juan Justo Amaro (que tiempo de conversar y todo tuvieron, lo que me deja la intriga si llegaron a aclarar aquella arenga del senador colorado a sus seguidores a votar por el FA
"antes que a estos delincuentes".) . El
Guapo hablando a las masas trajeadas en un panorama por demás espeso e incomodante (gracias a la 'refrigeración' de los baños pude sobrellevarla, pero estaba 'salado mismo' querer avanzar). Pero pese a ese clima tan heterogéneo, el aspecto general estaba bastante marcado. Tal vez la crónica de
La Diaria resuma la escena en un párrafo:
"...el salón Punta Brava del lujoso hotel Sheraton estaba repleto, verdaderamente inundado, sobre todo de trajes, corbatas y distingudas señoras con vestidos de gala, o que sin llegar a tal extremo olían a perfumes carísimos. También se podía ver a pequeños grupos de jóvenes de vaqueros, zapatos leñadores y camisas a cuadros, o celestes lisas, con sweaters al hombro. Una estampa nacionalista post moderna."Gracias a la gentileza de Julio Arocena Pons (a quien, o a cuyo entorno, dedicaremos otro post), llegamos al Sheraton a la presentación de la Fundación Wilson Ferreira Aldunate. El simbolismo democrático de las concurrencias más diversas (incluídos Pablo Mieres y Aldo Lamorte), no pudo aplacar mi preocupación por tantas almas glamorosas afectas a ideales, o tantos idealistas afectos al glamor. Estaba tan de gente VIP la cosa que a Hernán Patiño Myer se le escapó la tortuga, llevándose una pipa a los labios durante algunos segundos (en un salón cerrado inundado de cámaras, la mía incluída -pero también se me escapó la tortuga- ésa era LA toma). El culpable fue el Guapo, que largó una serie de metáforas que hablaban de "piquetes más invulnerables que los del litoral" (palabras más, palabras menos), ante lo cual el embajador, que -supo- podía llegar a ser centro de miradas para ver qué tal su rostro, devolvió la pipa a uno de los bolillos.
En fin, tanto glamor democrático me preocupa; tantos paisanos de cada pueblo en uno solo puede ser un inconveniente, pese a lo saludable que parezca, y peor si ese pueblo es "exclusivo". Por suerte, hoy abro La Diaria y veo a Julio María llegando a la cancllería en un coche de los '70 u '80 (creo que es un Chevette) con algunos 'detalles' en la chapa. Ya me estaba empezando a preocupar.