lunes, 4 de enero de 2010

Algo personal

Era un gurí que me llevaba el mundo por delante, pese a no tener poder siquiera para definir a qué hora levantarme. Es que entre los 15 y los 20 todos nos llevamos el mundo por delante. En realidad era un pelotudo importante*, con una avalancha de prejuicios y complejos, serios inconvenientes de protagonismo y una plétora de otros tantos fantasmas propios de la edad, la formación y la deformación. No fue hace tanto; tampoco hace tan poco. Era un pésimo estudiante con la cabeza ocupada no sé en qué cosas (tan ínfimas que ni las recuerdo) con una previsible catarata de previas o materias libres por inasistencias (por estar ocupado en nada, o en prácticas onanistas), desertando a un período de exámenes que sirvió de detonante a una medida que, estoy seguro, hubiese venido bien se hubiera cristalizado en ese momento: por disposición paterna ya tenía hasta el carné de salud listo para ir a lavar copas a Punta del Este durante todo el verano. Nunca lo hice, y no me arrepiento, pero hubiese venido bien (sobre todo porque es una actividad mejor remunerada que la que me gustó encarar en definitiva). Las intenciones del par de maestros de La Cruz y Sarandí, del hijo menor encarando sus estudios terciarios, ya estaban definitivamente enterradas, pese a que era el último año del bachillerato.
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El pelotudo importante* mosqueaba las prácticas de la selección sub-18. Servía al menos para sentarse un rato a deliberar en la tribuna, ojeando las dos áreas con Gustavo, a quien conocía hacía un par de años de la época de aspirante a húsar de Momo con "La Nueva Antimurga (que antes era "Antimurga L'Alegría" y que después fue "La Brighella"). Fue Gustavo quien en los últimos días de diciembre habló de la posibilidad de llenar un espacio que había quedado vacío en el diario para el cual él trabajaba, Cambios. Hizo la recomendación frente a la patronal y activó un artículo de prueba (que nunca se publicó), pero la respuesta no llegaba. La excusa era perfecta para quedarse en el pueblo, pero la respuesta no llegaba. A Gustavo ya ni lo veía, así que el 5 de enero salía en Cita rumbo a Montevideo, y de ahí a la península, donde el tío Fernando ya tenía todo arreglado para iniciar al imberbe en el lavado la loza turística.
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El pelotudo importante tenía, como la mayoría de los masculinos de su edad, féminas que con su sola presencia alcanzaban a desestabilizarlo. La que más por esas horas, era foránea, pero andaba seguido en 'el altar de la patria'.
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El pelotudo importante no sólo no tenía un peso, sino tampoco la voluntad paterna (me refiero siempre a paterna y materna) de asistirlo para andar de juerga (era lógico, de acuerdo al contexto). Así lo encontró el primer día del año, en barra en la madrugada, con la ñata contra la empalizada de descarte de Juan Valdez, mirando cómo caía gente al baile. Ver lo que otros hacen es, en Florida, un deporte. Tanto lo es, que un predio plano frente a la ruta 5 se llena los fines de semana, sin otro atractivo que ¡¡mirar autos pasar por la ruta!! (espectáculo si los hay).
Iba a ser el último baile de su verano Floridense; tenía ya un pie en el andén.
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La prima de la percanta asomada a la empalizada del lado de adentro, fue la primera culpable del destino del pelotudo importante. Ofició de heraldo de la moza, informando de su presencia en la fiesta. Uno de la barra, segundo culpable, asistió con un papel de curso legal.
Ya del otro lado de la empalizada tuvo un buen comienzo de año. Y no sólo por la percanta, sino porque estaba, lejos de la puerta de ingreso, el contertulio Gustavo inaugurando el almanaque entre grullas. Apenas lo vio se acordó: "aquellos me dijeron que sí, que vayas, que arrancás el 4".
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Y arranqué el 4 nomás. Por esos días un equipo de periodistas de El Observador asesoraba a Cambios (de ellos recuerdo fundamentalmente a Antonio Ladra), así que el comienzo fue de trabajo y de talleres de capacitación (los aproveché recién algunos años más tarde). La nota inicial, la tengo clara, fue sobre la disposición de la Intendencia de dejar Independencia como peatonal para el 5 de enero. Por minuto, también recuerdo, tecleaba unos 20 caracteres. Ladra quería ladrar y no podía. En Cambios no sabían que el artículo impreso lo había tipeado mi vieja, quien de joven daba clases de dactilografía.
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El 2009 me encontró trabajando con Gustavo nuevamente, pero en algo que nada tiene que ver con el periodismo. Me reencontró digitalmente con aquella contertulia que antes de los 20 me quemaba la cabeza, además de otras sorpresas más que gratas que me deparó ese año, entre tantas cucharadas de sal.
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En el 2010 sé que soy aún, a los 30, un pelotudo importante. Estoy, más de una década después, mucho más adelante, pero en el mismo lugar. O tal vez atrás. Siento que avancé miles de kilómetros, para quedar más o menos en donde estaba al comienzo. Casi seguro que el 2010 me encontrará pisando las escalinatas de alguna Facultad, para avanzar un poco más y quedarme en el mismo sitio, como en los sueños de la infancia en los que corría y corría, y estaba siempre en el punto de arranque.
Once años después no puedo llevarme por delante ni un autito Majorette; ya ni los fantasmas me acompañan, y lo que escucho más frecuentemente es que me creo poca cosa y que me devalúo. En eso, siento, he avanzado. Doy gracias a todos los culpables, desde los primeros a los últimos, y a quien hoy haya decidido ponerse esta mochila, sabiendo que pesa.

* Lo de "pelotudo importante", está claro, se refiere a que era (soy) un pelotudo de dimensiones importantes (es decir, un pelotudo muuuuy pelotudo). Para nada, de más está aclararlo, sugiere que sea una persona "importante" que, además, es un pelotudo.