viernes, 29 de enero de 2010

Palabras

Algo extraño, en un tipo que no habla bien su idioma, es salir a buscar los orígenes de algunas palabras, las cuales incluso derivan de otros.
Pero me pasa.
Me despierta un agrado imposible de transmitir, tal vez mínimo pero agradable al fin y al cabo, y aún así muy intenso, al conocer la génesis de algunas palabras que he usado a más no poder, y que a veces, como ya conté alguna vez acerca de “guarango”, decidí suprimir.
En estas últimas horas, me desayunaron de la raíz de un par de palabras utilizadas como calificativos de tono peyorativo.

Pedante
Esta mañana hablando con Alberto Zibil, me enteré del origen de su familia paterna, judío-sefaradí; del tránsito de España a Turquía tras la expulsión, y de la llegada de su abuelo sin mucho más que lo puesto a hospedarse en el hotel que hoy es el liceo Nº2 “Andrés Martínez Trueba” de Florida. En una ramificación de la conversación me explicó que muchos de aquellos judíos solían trabajar como maestros tutores, a domicilio. Caminaban y caminaban de casa en casa, enseñando. A ese tipo de maestro se le conocía como "pedante". Alberto me indicó primero que tiene la misma raíz que “pedestre” (que proviene de “pedis”, que no es otra cosa que “pie”), y más tarde leo algo acerca de su posible relación también al latín peadagogus y al griego paidagogos.
Sea como sea, “pedantes” eran aquellos maestros, y despectivamente la palabra tomó el rumbo que tomó hasta llegar a la definición que hoy tiene.

Catramina
Gracias al facebook de Fernando Nicrossi, sé ahora que "catramina" eran unas píldoras para la tos que se vendían en latas chatas y anchas. Al sacudir la lata, las píldoras sonaban, lo que determinó que con el tiempo se le dijera ‘catramina’ a cualquier cosa ruidosa de origen metálico”, según apunta Fernando.