martes, 11 de noviembre de 2008

Homenaje merecido y labores propias del sexo

El 13 de noviembre se cumplen cien años del nacimiento de un floridense fundamental, muy a pesar de que los medios locales le hayan hecho poca o nula mención siempre.

Julio Castro: maestro; levantado en armas junto a Basilio Muñoz contra la dictadura de Gabriel Terra; cerebro y artífice de cambios profundos de las escuelas rurales en Uruguay y toda Latinoamérica; redactor responsable de Marcha...

Como bien decía aquél ministro de Bienestar Social de Videla en la dictadura argentina, "el exceso de pensamiento produce desvíos". Así fue que la última dictadura uruguaya detuvo a Julio Castro el 1º de agosto de 1977, y lo hizo desaparecer dos días más tarde tras haberlo torturado.

En Florida los maestros han hecho un esfuerzo por mantenerlo presente, poniéndole su nombre al local de Ademu.

Pero Florida como sociedad poco y nada sabe de él. En la Junta Local de mi querido pueblo La Cruz, donde nació, el tema pasó casi desapercibido, ya que "la gente no sabe quién era".

Aprovechando que mi viejo se tomó el laburo de buscar las partidas de nacimiento de toda la familia (encontrando que no eran once sino doce hermanos), comparto aquí la de Julio. Tiene un detalle imperdible, quizás relacionable por concepción machista al cuadro del obispado que colgué el domingo. Es necesario pinchar la imagen y buscar en la ocupación que el juez especifica sobre Lucía Pérez Perdomo, la madre de Julio.

Actualizo I
Un lector me apunta que Florida homenajea a Julio Castro con una calle. Es cierto, y es a algo a lo que iba a hacer referencia en el post original, pero por algún motivo dejé pasar: tan bien homenajea Florida con esa calle a Julio Castro, que en los carteles de nomenclatura vial lo bautizan "Julio César Castro". Convengamos que no estaba mal el homenaje a Juceca, pero podría haber sido más legítimo, supongo.

Actualizo II
Hace un par de días metí una hipótesis en la cabeza de mi viejo, que hoy se largó a confirmar o negar. Tiene que ver con una posible incidencia valdense en la familia de Julio Castro.
A 150 años de uno de los episodios más oscuros de la historia floridense, la planificación del exterminio de las primeras familias valdenses radicadas en Uruguay, en la zona de La Macana, uno de los documentos que leí acerca de esos días explican que un integrante de esa avanzada trabajaba en el establecimiento del hacendado Severo Perdomo. Los valdenses tenían (tienen) una tradición de fomento de la educación, laica incluso (leer 'El templo y la escuela', de Roger Andrés Geymonat) que
aparentemente no pasaba desapercibida por ser incluso los más humildes tipos muy instruídos, en épocas en las cuales los alfabetizados eran los menos, y la pobreza y la campaña parecían condenadas por igual a la ignorancia (estamos hablando de 1857).
El caso es que el documento en cuestión indica que el peón valdense del establecimiento de Perdomo dedicó varias de sus horas a enseñar a leer y escribir, además de instruir en diferentes áreas, a los hijos de su patrón. La familia Perdomo estaba radicada en la zona rural de La Cruz -acota el trabajo-. La abuela materna de Julio Castro, muy posiblemente haya sido una de esos niños que aprendieron a leer y escribir gracias al peón de origen valdense (que radicado en Colonia mantuvo relación con Perdomo, haciéndose 200 kilómetros a caballo), en época de una campaña profundamente analfabeta.
Por confirmar eso anda el viejo.